Las más recientes decisiones tomadas por el presidente electo de Colombia, Iván Duque, en torno a la elección de su gabinete, se configuran como acciones sorprendentes, que llevan a un “compás de espera” por parte de los analistas. Así lo expresa el profesor emérito de Utadeo, Salomón Kalmanovitz, en su más reciente columna de opinión en El Espectador.
En primera instancia, menciona que fueron previsibles las acciones del Centro Democrático, partido que desde el 7 de agosto será el oficial de Gobierno, al tratar de hundir los elementos fundamentales de los acuerdos de La Habana con las Farc, especialmente en lo que concierne a la Justicia Especial para la paz.
Sin embargo, enfatiza Kalmanovitz, son sorprendentes algunos de los nombramientos del que será el gabinete de ministros de Duque, pues descartó alianza con los partidos que lo apoyaron en segunda vuelta, y así mismo no otorgó participación a los sectores más recalcitrantes de su colectividad: “El recurso a técnicos sin reconocida asociación política, y a buenos ejecutores como el nuevo ministro de Salud, permite introducir un compás de espera a lo que será el nuevo gobierno. Si bien la tecnocracia es garantía de políticas responsables, no es necesariamente progresista”, enfatizó el columnista.
En todo caso, puntualiza, en el caso del nuevo ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, sus políticas son ortodoxas y fomentan las desigualdad, razón por la que Kalmanovitz espera que su actuación en el Ministerio sea distinta a la que ya tuvo cuando fue titular de la cartera en el Gobierno de Uribe.
Finalmente, una luz de esperanza puede dilucidarse con la reunión que sostuvo Duque con la Academia Colombiana de la Ciencia, situación que podría estar relacionada con su interés por fortalecer la economía naranja, a Colciencias y en la creación de un Ministerio de la Ciencia: “Así las cosas, el gobierno de Duque no llegaría a ser un régimen fascista en el cual los gremios conforman la cámara del trabajo, junto con las organizaciones de jóvenes, mujeres y trabajadores fascistas que remplazan el Congreso elegido por voto universal y reprime violentamente a la oposición por medio de bandas armadas, aunque acá tenemos organizaciones criminales que asesinan impunemente a los activistas sociales. Tampoco sería este gobierno familia del falangismo español, donde la religión católica se hizo hegemónica; sí cuenta con el apoyo de grupos religiosos ultraconservadores y del catolicismo lefvreviano, que pueden imponer restricciones a las libertades civiles y de género. Por lo tanto, hay que mantenerse alertas”.