“Creo que nunca había conocido un ser humano tan auténtico”: Un homenaje a Sergio Esteban Cortés Díaz
La primera vez que vi a Sergio Esteban Cortés me causó una inquietud gigante que solo he podido comparar con la sensación de ver un libro en una vitrina y sentirme atraído por él, sin lograr alcanzarlo, deseando poder leer sus páginas y descubrir entre líneas su historia.
No pasó mucho tiempo hasta que cruzamos nuestras primeras palabras por allá en el 2016, cuando aún existía el taller de artes en el Módulo 22, sobre la carrera cuarta. Hablamos sobre simbología y otras cosas que realmente no recuerdo, pero si puedo vislumbrar en mi memoria la sensación de acercarme a un ser muy auténtico, esa era mi percepción y aún iba por el prólogo, sin saber que me quedaba por leer un largo libro que en ocasiones no quería permitir ser leído, sus hojas eran duras de pasar.
Lo veía entre clases sentado en el andén tomando tinto y hablando con todo tipo de personas; parecía integrarse con todos o por lo menos saludar a todos. Coincidimos en el taller a la salida de clase y hablábamos de la vida, de la comida, de arte, aunque no tanto, pero hablábamos. Un año después, vimos algunas materias juntos y en sus entregas se veía una persona sencilla quien parecía no esperar nunca nada a cambio.
Imágenes del homenaje realizado por sus amistades a las afueras de la Casa de Deportes de Utadeo
Para los artistas es común andar con las manos manchadas; ‘Checho’, como le decíamos de cariño, generalmente tenía las suyas llenas de fruta. Si mal no recuerdo, era chontaduro lo que se sentaba a comer con una cara de placer absoluta, era un ser alegre.
En ocasiones llegaba con marcos de serigrafía o bastidores y siempre los ofrecía a alguien que casualmente parecía necesitarlos, pero no era casualidad, él siempre estaba atento a los detalles; hoy sé que nos miraba y nos analizaba a fondo y en realidad era él quien nos revisaba entre líneas.
Años después, en el 2018, hicimos un mural en la carrera cuarta donde lo veía antes de conocernos, hoy ese mural lleva su sello, sus triángulos de colores que tanto cambiaron el aspecto de la mal llamada “cuadra-picha” o calle de las culebras. Hoy me quedan los recuerdos de ese mural y sus manos siempre llenas de color.
Imágenes del homenaje realizado por sus amistades a las afueras de la Casa de Deportes de Utadeo
Hoy por el inevitable ciclo de la vida me quedo con mi taza de tinto llena, acompañada de una larga lista de recuerdos y risas. Hoy debo decir que me tomé el café más amargo de mi vida a la par que reconozco que ese libro que tanta curiosidad me causaba y que se me dificultaba leer, en realidad era el libro más sencillo y natural, sin artificios ni grandes parábolas. Era el libro más auténtico que jamás me he topado.
Hoy te despedimos tus compañeros en tu tan querida cuadra, con tus formas aún presentes, con tus geometrías y tus recuerdos. Con un tinto y un pan en las manos, porque de ti seguramente, amigo mío, todos aprendimos a ver la vida de una manera más sencilla y alegre sin tanta necesidad y con toda tu autenticidad.
Estés donde estés, estamos seguros de que sigues siendo ese ser cortés, como tu apellido, y alegre como el recuerdo que nos dejas en vida.
Un tinto por nuestro amigo Checho.
Por: Esteban Eduardo Gallego Maldonado
