Se llamaba Verrückt, “loco” en alemán. Medía 51 metros, el equivalente a 17 pisos, y había que subir 264 escalones para probarlo. Los que se atrevían a tirarse podían alcanzar los 104 km/h. Era el tobogán acuático más alto del mundo, pero la muerte de un niño ha llevado a su cierre definitivo.
Caleb murió el 7 de agosto de una lesión en el cuello. Tenía 10 años y era el hijo de un legislador estatal de Kansas. Verrückt formaba parte del parque acuático Schlitterbahn, en Kansas City, del que era la atracción principal.
Los dueños de Schlitterbahn han comunicado esta semana a los medios su decisión de clausurar y desmontar el tobogán más alto del mundo, una vez haya finalizado la investigación policial. “En nuestra opinión, es la única acción apropiada después de esta tragedia”, explican. “En algún momento del futuro anunciaremos lo que se construirá en su lugar”.