Toledo pinta y nosotros escuchamos

Toledo pinta y nosotros escuchamos. No porque sus composiciones broten de la música, sino porque respiran. Aquella respiración, ese vaivén entre un tema y otro, la mitología y el mundo moderno, el arquetipo del mundo natural y la constelación socio-política de un país convulso como México, han sido sus temas a lo largo de su carrera.

El respirar de las obras está inserto en la lógica de la técnica. El grabado es rudo, fuerte y austero. No permite la gracia de la línea suelta, pero da cabida al mundo agreste de la tierra, el animal y el ser humano. Las líneas aquí forman estructuras que a simple vista parecen sencillas, pero que no pasan desapercibidas para el espectador. 

La exposición "Las Fábulas de Esopo" del maestro Francisco Toledo llegó al Museo de Artes Visuales de Utadeo como parte de la celebración del Año Dual México-Colombia. Esta muestra consiste en una serie de imágenes que nos remiten a las narraciones de Esopo -fabulista de la antigua Grecia- y que develan un mundo perdido dentro de la tecnología y el desasosiego, el cual busca resurgir de entre las garras de la necedad y el cansancio.

 

 

Toledo ha reivindicado las luchas sociales, las batallas ambientales y la preservación del patrimonio, tanto dentro como fuera de México. Por esta labor ganó el Premio Nobel Alternativo, reconocimiento otorgado por la fundación sueca Right Livelihood Award. Así como sus luchas, su arte manifiesta también lo combativo. Las formas de los cuerpos son agresivas, recurren a lo explícito para dar su mensaje, sin buscar lo estrafalario como coartada.

En uno de sus grabados inspirado en la fábula La gata convertida en mujer, un hombre se enamora de su gata y le pide a los dioses convertirla en doncella, deseando después que vuelva a ser gata al darse cuenta de que sus instintos animales siguen intactos. El ser humano, controlando sus instintos animales, ha logrado adaptarse a un proceso de desarrollo impulsado por modelos económicos exitosos en la superficie y una globalización inminente; sin embargo, su parte primigenia reclama salir por todos los medios, como la de la gata.

 

 

Toledo no busca aleccionarnos con la moral, más bien ilustra un camino lleno de variantes para enfrentar los problemas que vivimos en la actualidad. Tienen vigencia las fábulas de Esopo hoy, así como la tuvieron hace más de mil años. 

Lo que une a los hombres son las emociones y sentimientos inherentes a su humanidad; la lucha de el bien contra el mal, las relaciones familiares, el papel del individuo en la sociedad, la solidaridad y el sentir con el mundo, el amor, la soledad, la tristeza y la desidia, todas parte de su universo interno. Y así como partimos de aquellas problemáticas para leer al mundo y comprenderlo -tal como en el caso de las fábulas de Esopo-, así también podemos verlo a través de los grabados de Toledo.

Volvemos, entonces, al desarrollo conductual del hombre, el que lo liga a su tribu, su comunidad, sus valores y principios. Esto está vigente dentro del arte de Francisco Toledo, quien ha afirmado en varias entrevistas: “quise ser ilustrador de mitos”. La riqueza cosmogónica de los pueblos indígenas de México le permitió ahondar en esas lecturas del mundo y buscar expresarlas a través de su arte.

Carlos Jacanamijoy, pintor indígena colombiano, nos habla del legado de Francisco Toledo a nivel artístico y social. 

 

 

Considerar el trabajo de Toledo en categorías morales sería caer en el juego de las llamadas “buenas costumbres”, naturalizadas y excluyentes a cualquier cambio. Como en el grabado basado en la fábula El asno con piel de león, donde se narra la historia de un burro que piensa que por verse distinto será tratado mejor.

 

 

Recordamos aquí la fábula de La zorra y el busto, donde una zorra se encuentra por el camino un busto de un hombre y al hablarle sin encontrar respuesta, da por sentado que de nada sirve la belleza si dentro del cráneo no existe ceso que valga. Lo mismo pasa con una humanidad llevada al límite, que muestra una actitud limpia y pulcra frente a los suyos pero que guarda en el fondo un desprecio por lo humano y una desconexión con su propia historia.

Al entender eso podemos sentir la respiración misma de esos grabados, de aquellas historias, ya que en un mundo en constante caos, un suspiro se toma muy a la ligera. Por eso es tan valioso poseer aquella tradición griega que nos liga a un mundo antiguo y nos distancia de él, ya que atañe a lo más hondo y perdura dentro de una memoria colectiva de la especie humana.

 

 

Dice Carlos García Gualel que “el personaje literario deviene mítico tan solo cuando pasa a la memoria colectiva”, siendo preciso para entender que las zorras, las gatas, los perros, los calvos, los monos y las hachas que aparecen en las historias de Esopo, ya no son simples personajes dentro de una narración literaria, pues se convierten en individuos míticos que perduran, se ajustan y renacen dentro de las sociedades que precedieron a la muerte de su autor.

Por ello es que todos los personajes representados por Toledo dentro de esta serie de grabados pertenecen al mundo animal, incluso nosotros, los hombres. Allí supura la conexión con el mundo prehispánico que guarda el artista gracias a su ascendencia indígena y se complementa con una visión extraterritorial hacia vanguardias europeas del siglo pasado y manejo de técnicas que el pintor hace propias.

Para el contexto colombiano, la obra de Toledo también trae un mensaje. Ernesto Sosa, Agregado Cultural de la Embajada de México en Colombia nos cuénta cómo esta exposición genera un diálogo entre los dos países, territorios que comparten un pasado prehispánico y un presente de modernidad fallida. 

 

 

No hace falta un conocimiento vasto de las obras de Esopo para poder conectar con los grabados. Dispuestos en línea horizontal a lo largo del espacio que brinda el Museo de Artes Visuales de Utadeo, la cadena de hechos se conecta y recorre junto a nosotros el universo mítico del griego, confabulado con la plástica del mexicano. Los cuadros son ricos en textura, dando a la vista una sensación de viveza y generando más preguntas que respuestas.

 

Por: Jorge Llanos

Multimedia: Alejandra Zapata, Simón Sánchez, John Beltrán y María Alejandra Navarrete

Oficina de Comunicación Utadeo

 

Toledo pinta y nosotros escuchamos

Especiales
Toledo pinta y nosotros escuchamos
Martes, Mayo 22, 2018
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En el Museo de Artes Visuales de la Universidad Jorge Tadeo Lozano se presenta la obra de Francisco Toledo “Las Fábulas de Esopo”, grabados del artista plástico vivo más importante de México. ¿Qué nos dicen estas imágenes?

Toledo pinta y nosotros escuchamos. No porque sus composiciones broten de la música, sino porque respiran. Aquella respiración, ese vaivén entre un tema y otro, la mitología y el mundo moderno, el arquetipo del mundo natural y la constelación socio-política de un país convulso como México, han sido sus temas a lo largo de su carrera.

El respirar de las obras está inserto en la lógica de la técnica. El grabado es rudo, fuerte y austero. No permite la gracia de la línea suelta, pero da cabida al mundo agreste de la tierra, el animal y el ser humano. Las líneas aquí forman estructuras que a simple vista parecen sencillas, pero que no pasan desapercibidas para el espectador. 

La exposición "Las Fábulas de Esopo" del maestro Francisco Toledo llegó al Museo de Artes Visuales de Utadeo como parte de la celebración del Año Dual México-Colombia. Esta muestra consiste en una serie de imágenes que nos remiten a las narraciones de Esopo -fabulista de la antigua Grecia- y que develan un mundo perdido dentro de la tecnología y el desasosiego, el cual busca resurgir de entre las garras de la necedad y el cansancio.

 

 

Toledo ha reivindicado las luchas sociales, las batallas ambientales y la preservación del patrimonio, tanto dentro como fuera de México. Por esta labor ganó el Premio Nobel Alternativo, reconocimiento otorgado por la fundación sueca Right Livelihood Award. Así como sus luchas, su arte manifiesta también lo combativo. Las formas de los cuerpos son agresivas, recurren a lo explícito para dar su mensaje, sin buscar lo estrafalario como coartada.

En uno de sus grabados inspirado en la fábula La gata convertida en mujer, un hombre se enamora de su gata y le pide a los dioses convertirla en doncella, deseando después que vuelva a ser gata al darse cuenta de que sus instintos animales siguen intactos. El ser humano, controlando sus instintos animales, ha logrado adaptarse a un proceso de desarrollo impulsado por modelos económicos exitosos en la superficie y una globalización inminente; sin embargo, su parte primigenia reclama salir por todos los medios, como la de la gata.

 

 

Toledo no busca aleccionarnos con la moral, más bien ilustra un camino lleno de variantes para enfrentar los problemas que vivimos en la actualidad. Tienen vigencia las fábulas de Esopo hoy, así como la tuvieron hace más de mil años. 

Lo que une a los hombres son las emociones y sentimientos inherentes a su humanidad; la lucha de el bien contra el mal, las relaciones familiares, el papel del individuo en la sociedad, la solidaridad y el sentir con el mundo, el amor, la soledad, la tristeza y la desidia, todas parte de su universo interno. Y así como partimos de aquellas problemáticas para leer al mundo y comprenderlo -tal como en el caso de las fábulas de Esopo-, así también podemos verlo a través de los grabados de Toledo.

Volvemos, entonces, al desarrollo conductual del hombre, el que lo liga a su tribu, su comunidad, sus valores y principios. Esto está vigente dentro del arte de Francisco Toledo, quien ha afirmado en varias entrevistas: “quise ser ilustrador de mitos”. La riqueza cosmogónica de los pueblos indígenas de México le permitió ahondar en esas lecturas del mundo y buscar expresarlas a través de su arte.

Carlos Jacanamijoy, pintor indígena colombiano, nos habla del legado de Francisco Toledo a nivel artístico y social. 

 

 

Considerar el trabajo de Toledo en categorías morales sería caer en el juego de las llamadas “buenas costumbres”, naturalizadas y excluyentes a cualquier cambio. Como en el grabado basado en la fábula El asno con piel de león, donde se narra la historia de un burro que piensa que por verse distinto será tratado mejor.

 

 

Recordamos aquí la fábula de La zorra y el busto, donde una zorra se encuentra por el camino un busto de un hombre y al hablarle sin encontrar respuesta, da por sentado que de nada sirve la belleza si dentro del cráneo no existe ceso que valga. Lo mismo pasa con una humanidad llevada al límite, que muestra una actitud limpia y pulcra frente a los suyos pero que guarda en el fondo un desprecio por lo humano y una desconexión con su propia historia.

Al entender eso podemos sentir la respiración misma de esos grabados, de aquellas historias, ya que en un mundo en constante caos, un suspiro se toma muy a la ligera. Por eso es tan valioso poseer aquella tradición griega que nos liga a un mundo antiguo y nos distancia de él, ya que atañe a lo más hondo y perdura dentro de una memoria colectiva de la especie humana.

 

 

Dice Carlos García Gualel que “el personaje literario deviene mítico tan solo cuando pasa a la memoria colectiva”, siendo preciso para entender que las zorras, las gatas, los perros, los calvos, los monos y las hachas que aparecen en las historias de Esopo, ya no son simples personajes dentro de una narración literaria, pues se convierten en individuos míticos que perduran, se ajustan y renacen dentro de las sociedades que precedieron a la muerte de su autor.

Por ello es que todos los personajes representados por Toledo dentro de esta serie de grabados pertenecen al mundo animal, incluso nosotros, los hombres. Allí supura la conexión con el mundo prehispánico que guarda el artista gracias a su ascendencia indígena y se complementa con una visión extraterritorial hacia vanguardias europeas del siglo pasado y manejo de técnicas que el pintor hace propias.

Para el contexto colombiano, la obra de Toledo también trae un mensaje. Ernesto Sosa, Agregado Cultural de la Embajada de México en Colombia nos cuénta cómo esta exposición genera un diálogo entre los dos países, territorios que comparten un pasado prehispánico y un presente de modernidad fallida. 

 

 

No hace falta un conocimiento vasto de las obras de Esopo para poder conectar con los grabados. Dispuestos en línea horizontal a lo largo del espacio que brinda el Museo de Artes Visuales de Utadeo, la cadena de hechos se conecta y recorre junto a nosotros el universo mítico del griego, confabulado con la plástica del mexicano. Los cuadros son ricos en textura, dando a la vista una sensación de viveza y generando más preguntas que respuestas.

 

Por: Jorge Llanos

Multimedia: Alejandra Zapata, Simón Sánchez, John Beltrán y María Alejandra Navarrete

Oficina de Comunicación Utadeo

 

Fotos

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