Así ha evolucionado la concepción de los agujeros negros en la astrofísica
Hace ya casi 250 años, el inglés John Michell habló, por primera vez, acerca de la existencia de unos cuerpos celestes, cuya masa y densidad impiden que la luz emane de ellos. A estos se les conoce actualmente como agujeros negros. Precisamente, sobre ello, el exrector y consejero de Utadeo, José Fernando Isaza, en su columna de opinión en El Espectador, resalta la evolución que ha tenido la concepción de estos objetos en la astrofísica.
“Empleando los conceptos de atracción gravitatoria y teoría corpuscular de la luz de Newton, calculó que un objeto cósmico de masa 500 veces la del Sol genera un campo gravitacional tan fuerte que ni siquiera la luz puede escapar. Concluyó que es posible que los mayores cuerpos del universo no puedan ser vistos. Años más tarde, en 1798, Pierre-Simon Laplace realizó los mismos cálculos y obtuvo conclusiones similares. Es posible que Laplace no supiera del trabajo de Michell, ya que este se conoció en el siglo XX”, reseña Isaza.
El columnista recuerda que solo va a hacer hasta el Siglo XX cuando se empieza a considerar la verdadera magnitud del universo, al tiempo que se replatean los conceptos de espacio, tiempo y materia, pues un siglo atrás no se creía en la posibilidad de que existieran objetos millones de veces más densos que la materia conocida.
“La teoría general de la relatividad demuestra que la presencia de grandes masas modifica sustancialmente el espacio y el tiempo, de forma que se crean regiones en las cuales la velocidad de escape supera la velocidad de la luz. En 1916 Karl Schwarzschild encontró una solución a las ecuaciones de Einstein para un objeto esférico con características de masa y radio que hacen que ni la luz pueda escapar de él. Años después John Wheeler acuñó el término agujero negro para este tipo de cuerpos cósmicos”, explica el tadeísta.