El placer del conocimiento por el conocimiento
Hace algunas semanas, en medio de la cumbre de la Misión Internacional de Sabios, la actual vicepresidenta de la República, Martha Lucía Ramírez, expresó que “el conocimiento por el conocimiento es solo vanidad. La aplicación del conocimiento por el bien de la humanidad es lo que tiene impacto y hace la diferencia”. Ante ello, el consejero y exrector de Utadeo, José Fernando Isaza, hizo una reflexión sobre el interés del científico por conocer los secretos del planeta, tal como ocurrió en la Conferencia de Solvay, a mediados del siglo XX, donde los químicos y físicos más prolíficos de la época se dieron cita, entre ellos Albert Einstein, Marie Curie, M. Born y N. Bohr.
“Todos tenían una característica común: su pasión por conocer los secretos del universo y una sólida formación humanística. Los guiaba el placer del conocimiento por el conocimiento”, señala Isaza, en oposición a los argumentos de Ramírez.
En ese orden de ideas, el interés científico no necesariamente se articula a las necesidades prácticas. Entender el comportamiento del átomo, por ejemplo, sería un acto “vanidoso”, según el canon expresado por Ramírez.
“Ninguno de estos científicos estaba interesado en aspectos del tipo de índice de citaciones, obtención de patentes, número de artículos publicados o cuál era la aplicación de sus teorías. Los motivaba el deseo de dar un paso más adelante en la comprensión del mundo”, enfatiza.