“El gran reto de la poesía en la posmodernidad es crear silencio”: Juan Pablo Roa

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“El gran reto de la poesía en la posmodernidad es crear silencio”: Juan Pablo Roa
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Jueves, Mayo 10, 2018
El editor y poeta colombiano, radicado en España desde hace 18 años, visitó Utadeo en el marco del 26 Festival Internacional de Poesía de Bogotá.
Fotografía: Camilo Penagos - Oficina de Comunicación Utadeo

“Voy y vuelvo, me revuelvo y me revuelco, salgo y entro, me asomo, oigo música, me rasco,

medito, me digo, maldigo, cambio de traje, digo adiós al que fui, me demoro con el que seré.

Nada me detiene. Tengo prisa, me voy. ¿A dónde? No sé, nada sé –excepto que no estoy en mi

Sitio” Prisa, Octavio Paz

 

Alto (altísimo), delgado y con ateojos. Su acento es una mezcla de palabras que se arraigan a lo colombiano, pero que han aprendido a resonar en España.

Juan Pablo Roa vive en Barcelona desde hace 18 años, después de haber estado un tiempo en Portugal e Italia. Es fundador de la revista y editorial Animal Sospechoso; poeta, traductor y librero.

Fue uno de los invitados al 26 Festival Internacional de Poesía de Bogotá y gracias a la itinerancia del evento, visitó Utadeo durante el 2 y 3 de mayo.

Quisimos encontrarnos con él para hablar sobre el mundo de la edición, sobre viajar por el mundo, sobre el mundo posmoderno, sobre el mundo y la poesía.  

 

¿Por qué es importante hablar de poesía?

La poesía en mundos como el colombiano y el bogotano, que crecen a una velocidad impresionante, es un alto en el camino para reflexionar, para pensar, para distraerse un momento de la marcha vertiginosa que llevamos.

Sirve, sobre todo, para la construcción del individuo. La lectura de poesía nos pone en un momento de escucha de nosotros mismos, de interiorización y, por qué no, de desapego.

La poesía, como decía el poeta chileno Gonzalo Rojas, es como un relámpago, en el segundo en el que llega vez con más claridad el mundo. Hay más claridad que incluso en el día.

 

Octavio Paz plantea la idea del viaje como un ‘ir y volver’ más allá de lo geográfico, relacionado con un sentido más trascedente. ¿Cómo ha sido la experiencia de irse de Colombia y de volver?

Puede ser un baldado de agua fría la respuesta porque no existe el viaje de regreso. Tú regresas pero no regresas a ninguna parte. En mi caso, se dispara a la poesía.

Volver para mí, como es volver a ninguna parte, solo es posible mediante la palabra, mediante la poesía. La mirada que tengo ahora no es la de ese niño maravillado por el paisaje; me invitaron a una localidad entre Suba y Cota, para mí ese era el paisaje de las vacas y ahora es una ciudad, con bibliotecas y parques. Bueno, volví y no se podía volver.

Esto está ligado a la escritura y a la poesía, es esa construcción, ese viaje interior que se convierte en tiempo.

 

 

¿Cómo podría interpretarse el papel de los poetas y editores en Colombia?

No hay edición sin creatividad. La edición no es solo organización sino que requiere de muchísima fantasía. La Colombia de hoy requiere de muchísima creatividad y está bien ese matrimonio entre creatividades. El artista crea por su cuenta, pero el editor ayuda a podar, ayuda a encaminar.

En mi caso, hoy en día soy autor, editor y librero, y tal vez por eso veo tan claro que la edición está fuera de los libros.

 

¿Cómo se sitúa nuestro país en el panorama de la poesía y la edición hispana?

Somos varios los editores latinoamericanos que vivimos en España y España nos ha integrado sin integrarnos.

América Latina nunca se miró a sí misma, siempre estuvimos mirando a España, siempre pendientes a lo que hacía la Corona. Nuestra relación con este país siempre ha sido un poco servil en ese sentido, porque compramos sus grandes sellos editoriales, consumimos sus libros y a cambio ellos imprimen los libros de texto de nuestros estudiantes, pero no hay un retorno, no es que hay editores colombianos que son invitados allí, no ha sido una relación bilateral.

A lo mejor esa relación no se dará nunca, las viejas costumbres solo se cambian por accidente y en este momento los latinoamericanos allí somos un accidente. No existe esa supuesta unidad de creación en lengua castellana, aunque esa fragmentación ayuda a construir un paisaje mucho más variado.

 

¿Cómo ha influido internet en el proceso de la creación y gestión editorial?

La producción de libros se ha abaratado tanto que no es necesario ser un gran empresario e imprimir miles de ejemplares, sino que está la impresión digital. El internet nos ha quitado la obligatoriedad de una estructura: tener un almacén o una cadena.

En el mundo entero un fenómeno nuevo es el de la autoedición. Son imprentas que publican lo que tú les llevas, sin ningún filtro. Claro, eso trae todo el problema de la autenticación, certificación, de dar el visto bueno. Pero justamente la posmodernidad es eso: la convivencia de extensiones casi infinitas que conviven con fenómenos individuales, como una especie de trinchera, de guerrilla.

Las grandes empresas son las que administran el canon, que está muy bien; pero hay mucha gente que está lejos del canon, hay gente que está viva hoy, haciendo cosas hoy y ese es el trabajo del editor independiente, un trabajo de boy scouts: recoger a aquellos que consideramos que pueden ser autores.

 

¿Cuáles son los retos que supone la posmodernidad para el poeta?

Lograr crear silencio. Estamos en una sociedad ruidosa, el teléfono es un campo minado de publicidad, por todas las partes se trata de hacer fila y pagar.

La publicidad tiende a la uniformidad y ese es uno de los retos no solo del poeta, sino de la sociedad posmoderna. Teóricamente tenemos mucha más libertad como individuos, pero el aparato publicitario del mercado, de esas entidades invisibles que llamamos instituciones, tiende a unificarnos.

Hemos crecido como humanidad justamente porque somos distintísimos. La poesía tiene que enseñar que no debemos entregar toda nuestra existencia a la utilidad, también hay cosas que se pueden hacer desde el silencio.

 

Por: María Alejandra Navarrete

Oficina de Comunicación Utadeo

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