"Sumando ausencias": Tejiendo las historias de las víctimas del conflicto

"Sumando ausencias": Tejiendo las historias de las víctimas del conflicto

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"Sumando ausencias": Tejiendo las historias de las víctimas del conflicto
Viernes, Octubre 14, 2016
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La artista tadeísta Doris Salcedo lideró esta iniciativa que congregó a más de 1500 personas en la Plaza de Bolivar. Una gran tela blanca de siete kilómetros con los nombres de 2000 víctimas vistió este emblemático sector de Bogotá.
Fotografías: Laura Vega - Oficina de Comunicación

Tejedores de esperanza y reconciliación, donde cada enhebrar de aguja evocaba a cerca de 2000 victimas del conflicto armado en Colombia, cuyos nombres, escritos en ceniza, hicieron parte de los siete kilómetros de tela blanca que se extendieron como manto sagrado en la Plaza de Bolívar de Bogotá,  fue el aura que rodeó a “Sumando Ausencias”, el pasado 11 de octubre, una instalación artística colectiva liderada por la tadeísta Doris Salcedo, quien logró convocar a más 1500 personas para coser con hilos y agujas las historias de aquellas personas y familias que han sido azotadas por este flagelo en nuestro país en las últimas seis décadas.

Adriana Ciudad, una peruana enamorada de Colombia, quien vive en nuestro país desde hace tres años, fue una de las tejedoras que participó en esta actividad: “Estuve ayudando a hacer los nombres y me parece muy impactante porque sabes que cada nombre es una persona que alguna vez ha vivido y estamos honrándolos de una manera y dándoles un espacio de respeto, pero a la vez estamos hablando de un contexto muy violento y de una sensación muy grande de pérdida. Me parece un ensayo muy bonito que la gente se reúna, que estemos cosiendo. Es un trabajo muy potente el de Doris Salcedo y por eso ayudamos”.

La instalación, que se prolongó hasta altas horas de la fría noche capitalina, contó con la participación de aproximadamente cincuenta estudiantes y profesores tadeístas, adscritos a Tadeo Lab, quienes también a través del arte dijeron ¡Basta ya! A la guerra. 

 

Catalina Quijano, coordinadora de Tadeo Lab, compartió su experiencia en esta instalación

El pasado martes 11 de octubre, fue imposible pensar hacer una clase desconectada de lo que ocurría en la Plaza de Bolívar. Desde que abrí los ojos en la mañana, para mí era clave vincularlo con mis estudiantes y participar de alguna manera con lo que estaba pasando allá. Finalmente lo importante de la clase es encontrarnos y dejarnos permear por lo que sucede para construir en el presente y con las entrañas. Brevemente nos saludamos y junto con otro grupo de TadeoLAB y su profesor, caminamos hacia la Plaza de Bolívar para saber de primera mano qué estaba pasando. Fuimos sin afán, charlando y disfrutando el barrio y las instalaciones del evento Todos Somos la Séptima.

En días anteriores y por las redes, me enteré de este trabajo colectivo propuesto por Doris Salcedo que pretendía generar un escenario de banderas o mortajas que iban a unirse y cubrir de blanco la plaza con nombres impresos de algunas pocas de las miles de personas que han desaparecido por este conflicto tan doloroso y estúpido que se ha prolongado por más de 52 años y que muchos queremos que finalice ya.  El cielo no era ni suficientemente despejado ni suficientemente congestionado para saber si llovería o no, si el sol saldría eventualmente e ignorábamos qué pasaría si la lluvia o el viento hicieran presencia cuando allí estuviéramos.

Partimos  a dejarnos tocar, observar, reflexionar, retratar y participar de este trabajo colectivo propuesto por Doris Salcedo, artista Tadeísta que ha obtenido un gran reconocimiento por sus propuestas a nivel internacional. Por esta actividad, muchos la han llamado oportunista y varios amigos cercanos, se sienten defraudados por aprovechar una situación para hacer crecer su nombre. Detrás de palabras llenas de contundencia y hasta de humor sobre lo que opinan ellos de ella, yo no puedo sentir más que una posición neutral. A mí realmente ni bien ni mal me parece por qué lo propusiera. Pero por lo menos lo hizo. Siento que Doris tomó una iniciativa  importante que nos permitió a muchos participar de un momento en el que necesitamos de gran cobijo, de tomar responsabilidad y de compartir aprecio. Ojalá muchos de nosotros tengamos ese coraje de hacer cosas que convoquen y que toquen a otros. Finalmente por lo que siento, dejan una huella y eso dice mucho. 

El participar con estudiantes que no sabían qué ocurría y que manifestaron que se sentían tocados por esta acción, abrieron sus ojos, se sentaron con cautela y sacaron sus mejores cualidades de costura tal vez heredadas de sus abuelas, que nos permitieron comenzar a unir juntos unas pocas piezas de este blanco paisaje. Al final de la noche, algunos de nosotros regresamos y sentimos con admiración lo logrado, alegrándonos de que ninguna gota de lluvia hubiera caído allí el día martes.

No soy quien para juzgar si es o no oportunista y ético lo que planteó la artista. Además ni me importa. Sólo admito que para mí personalmente fue un momento corto pero absolutamente significativo. Respeto su trayectoria y había disfrutado muy de lejos de sus propuestas. Debo, eso sí, aclarar que no me sentí utilizada en ayudarle terminar una obra que seguro llevará su nombre. Siento, por el contrario, que ella me regaló un espacio diferente para pensar los grandes huecos nos ha dejado la guerra. Finalmente me acordaré en un futuro más del nombre que ayudé a coser que el de la misma Doris. Además de ello fue clave estar allá y reencontrarme con maestros como Olga Cuéllar, tal vez mi profesora de ilustración de animales más inusual que haya tenido en la UTadeo, con quien deshacíamos los salones para encontrar un ave-pescado en una mesa. También me encontré con amigos del colegio, de la vida, del trabajo. Me encontré con desconocidos con quienes di varias puntadas y logré coser algo más grande que las cintas de mis puntas de ballet.

Fue emocionante y realmente conmovedor. 

 

Catalina Quijano 

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