
El ballet supone tener el control de cada una de las partes del cuerpo, por lo que su práctica requiere exigencia, esfuerzo y constancia. En el ballet se comprende cómo y para qué funciona el cuerpo, con el fin de considerarlo un instrumento de expresión.
El ballet llegó a la Casa Republicana Utadeo, gracias al maestro Julián Alvarado Montenegro (Maestro en Artes Escénicas con énfasis en Danza Contemporánea) y llegó para quedarse. Ahora con el profesor Juan Pablo González, el ballet continúa inspirando a todos sus estudiantes a conseguir sus objetivos, en el baile y en la vida misma. Tanto así que en los ojos de los estudiantes se nota la ilusión por aprender y perfeccionar sus movimientos, por exigirse hasta sentir y saber que han logrado efectuar las posiciones de una forma impecable.
El profesor de ballet, Juan Pablo, argumenta que en el ballet se le da un valor agregado al cuerpo, en la medida en que se usa para algo más que caminar o correr; es decir que en el ballet el cuerpo se enaltece, se cuida y se valora como un instrumento para comunicar algo.
Por eso es que en el ballet se facilita la concentración, se mejora la postura corporal, se entiende su anatomía, se valora el esfuerzo para conseguir algo y se adquiere un autocontrol, tanto corporal como del ego, porque como lo afirma Juan Pablo, frecuentemente en el ballet “estás no pudiendo”. Por lo que el ballet enseña para la vida: a retarse, a ser persistentes, a vencer las adversidades y a luchar por conseguir la realización de un sueño, que en este caso puede ser la armonía en los movimientos.
Para Juan Castiblanco, egresado de diseño industrial y asistente al taller, el ballet es un reto personal que implica alma, cuerpo y espíritu. Para él, el ballet “me ha entregado un montón de cosas positivas, no sólo amigos; sino buenos maestros. Al principio era algo netamente corporal, me gustaba porque me exigía y respondía. Todo es un proceso, un proceso en el cual he visto una evolución, en cuanto a flexibilidad, masa muscular, resistencia, elasticidad… un montón de factores que me gustan y que mi cuerpo ha adquirido y no sólo mi cuerpo, sino mi mente.”
De esa forma, el ballet conquista a los participantes del taller, que clase a clase siguen esforzándose por conseguir posiciones suaves, armónicas, perfectas. Esa constancia es la que permite formar personas capaces de enfrentar los retos diarios que la vida tiene, retos que, a través del ballet, pueden ser superados.
Escrito por: Andrea Duarte Riveros