Destacadas
Itinerarios de la expedición al Chocó, radiografías de un mundo de contrastes
Miércoles, Octubre 18, 2017
Compartir en
En un magistral relato, Guillermo López, protagonista de la expedición "Chocó tiene la palabra", narra la belleza, color y magia de este departamento. No se pierda el lanzamiento de los tráileres de esta experiencia, en Alma de la Tierra 2017, este 19 y 20 de octubre.
Fotografías: Guillermo López

Utadeo es por nombre y principios la heredera directa de la Expedición Botánica, gesta investigativa cuyos fundamentos se han basado en el espíritu de la ilustración europea, en la cual la conquista de las Ciencias Naturales se convertiría en una obsesión. Hoy, desde las facultades de Artes y Diseño y de Ciencias Naturales, a través de la Escuela de Publicidad, se pone en escena el VII Encuentro Conciencia Alma de la Tierra, que en esta ocasión enfoca su atención en el departamento del Chocó, bajo el lema de “El Chocó tiene la palabra”.

La gestión de esta idea nace en cabeza del que fuera decano del programa de Publicidad hace ocho años, hoy director de la Escuela de Publicidad, Christian Schrader Valencia, para quien la poderosa herramienta persuasiva de la publicidad no podría estar únicamente al servicio de un consumo comercial e irracional -amén de las muchas críticas recibidas durante décadas-, sino que debía convertirse en un instrumento igualmente de concientización sobre el trato y cuidado al medio ambiente, que con el tiempo evidenció el indisoluble vínculo entre territorio y comunidad, ampliando su mirada hacia una responsabilidad tanto ambiental como social, aspectos que encontraron eco en las conocidas tesis sustentadas en las tres ecologías de Felix Guattari.

Alma de la Tierra, tomó pues curso, primero con el tema de sostenibilidad y continuó con la expedición a Gorgona, Tayrona y Río Bogotá, continuando con ciudadanos sostenibles, y finalmente, una última salida hacia el territorio guajiro, la cual produjo el documental ‘Guajira viva’; este último, con una producción editorial, titulada: “Tu Natukalajat Wayuu”: “Lo que saben los wayuu”, libro y evento premiados en la pasada Feria BIBO 2017 de El Espectador, en la categoría de desarrollo sostenible.

Guillermo López y un grupo de niños de Bellavista.

En esta ocasión, tras un largo y constante esfuerzo por parte del equipo docente investigador, conformado por Leonardo Otálora Cotrino (investigador principal), Jaime Bonilla Gutiérrez (director documentalista) y Guillermo López Acevedo (co-investigador y director del semillero Alma de la Tierra), se planeó y llevó a cabo la primera fase del proyecto Alma de la Tierra Chocó, a partir de dos visitas previas al territorio. La primera, para una evaluación del terreno y el contacto con líderes y personalidades, mientras la segunda tenía por objetivo lograr documentar los rituales de los Alabaos y Gualyes en la cultura negra, en el marco del festival realizado en Andagoya.

Los viajes se complementaron finalmente con la expedición en la que se grabó el documental. Para llevar a cabo este trabajo, se conformó un equipo en el que participó la documentalista española Laura Sipán y el sonidista Rafael Umaña, junto con un equipo técnico liderado por Jaime Bonilla, experimentado documentalista, quien trabajara con Alfredo Molano hace más de dos décadas. Al grupo se unió el semillero de estudiantes.

La agenda se desarrolló bajo una doble dinámica de corte etnográfico y documental, reseñando entrevistas a personalidades y líderes comunitarios indígenas y afros, deteniéndonos en los aspectos de mayor valoración de su patrimonio cultural, material e inmaterial.

Casa en el Atrato medio.

El viaje se inició en Quibdó, justo en el marco de las Fiestas de San Pacho, todo un despliegue de energía, color, danza y chirimía. Durante esta primera aproximación, se tuvo la oportunidad de un intercambio de impresiones, voces, imágenes y experiencias que variaron entre la alegría del canto y la danza, la conversación y la tertulia, y los lenguajes alternos de los silencios de la miseria, los desechos y el dolor de tanta tragedia. Todo bajo el embrujo infinito del Atrato, que parece llevarse consigo no solo las tristezas y angustias, sino también la carga nefasta de cianuro y mercurio, con que irresponsablemente la maquinaria extractiva lo está matando.

El itinerario nos adentró justamente por esta increíble sierpe líquida del río Atrato, cuyo nombre tiene su origen en una acción decretada por las autoridades coloniales españolas para evitar el paso por ciertos tramos, o el decreto del no trato, ante los ataques recibidos por los negros cimarrones o grupos indígenas que se resistían a su presencia.

La remontada de su curso nos llevó por parajes de increíble belleza, donde se evidenciaba una exuberante naturaleza y lugares de contrastes que invitaban a confrontar el olvido, como Bojayá y sus testimonios de ruinas mudas, adyacentes al nuevo pueblo de Bellavista, a donde fueron trasladados todos los moradores sobrevivientes de la masacre. En general, los lugares ribereños como Vigía del Puerto, Puente América y otros, mantienen la constante de sus estructuras palafíticas, o construcciones hechas sobre palos que superan el nivel del agua.

Ruinas en colegio de Bojayá.

Hacia el Atrato medio pudimos constatar la reserva natural del Parque Katíos, hoy patrimonio mundial por su variedad de fauna y flora. Entre su magnífica biodiversidad se encuentran grandes mamíferos como pumas, jaguares y venados, entre otros, además de albergar en su territorio a gran parte de las comunidades embera y otras tantas de afro descendientes.

Extasiados por la presencia de un mundo natural desbordado de vida y de agua, arribamos a la región del Darién, en el límite con Panamá. Santa María la Antigua del Darién fue redescubierta por el geógrafo Eduardo Acevedo La Torre, en un tiempo en que los mapas se elaboraban a pie. El Atlántico nos dio la bienvenida en un momento en que la anchura del río era tal, que uno y otro, mar y río, eran una y la misma cosa: un abrazo colosal de aguas de dulce y sal, conversando entre sí, entre horizontes de montañas bajo la puesta del sol.

Por avión dimos un salto a Nuquí, y de allí establecimos un puente con Tribugá, Jurubidá, Arusí y Kiparate, además de otras poblaciones. Bienvenido el mundo del Pacífico, nombres de municipios o cabeceras municipales, cuya increíble vida se mueve entre miles de ramales de agua dulce que se abrazan con el mar, pero todos indefectiblemente arrullados por la infaltable lluvia que va y viene, pero nunca declina. Agua de mar, agua dulce de tierra y agua clara de cielo, Chocó, un territorio maravilloso que convocó a la mayor cantidad de fauna y flora en el mismo lugar, para convertirse en el santuario de mayor bio-diversidad del planeta azul, a tal punto que las hermosas ballenas jorobadas decidieron escoger este territorio para que sus ballenatos nacieran en ese útero precioso, en ese nicho único natural, llamado la Ensenada de Utría.

 

Niño afro con collar indígena.

Y justo allí, en medio de todo este mundo que no pudo ser arrasado por la mano colonizadora y que aún se resiste ante las nuevas amenazas de las últimas formas de barbarie y corrupción, serena y sutilmente, se levantan de nuevo las voces ancestrales de nuestros hermanos emberas y afrodescendientes, afirmándose sobre esta tierra herida, danzando y cantando, sembrando semilla limpia, esperando paciente nuestra tardía comprensión.

"¿Sabe a conciencia el hombre, donde terminan los brazos hermanos de los ríos? Todos dicen que se abrazan con el mar, pero yo creo que terminan en las venas de mi cuerpo, continúan caminando, allí donde palpita el corazón mismo del Alma de la Tierra. Si enferma el río enferma el hombre. ¿Es eso tan difícil de entender?"

 

Iglesia de Bellavista (Chocó).

 

Guillermo López Acevedo

Profesor asociado II

Director del semillero Alma de la tierra Chocó

Escuela de Publicidad