Fetichismo e imagen: el eterno conflicto entre la religión y la magia

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Fetichismo e imagen: el eterno conflicto entre la religión y la magia
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Miércoles, Abril 8, 2015
El artista visual, José Alejandro Restrepo, presentó en la penúltima charla de Zona C, sus reflexiones sobre fetichismo e imagen, conceptos que diferencian desde lo ideológico, a la religión de la magia, a lo sacro de lo santo, en torno al culto a la muerte.
Fotos tomadas por: Laura Vega - Oficina de Comunicación

“El fetichismo de Estado y/o religión” fue el tema del cuarto ciclo de conferencias de Zona C, realizado el 26 de marzo en el Hemiciclo de la Universidad. En esta ocasión, José Alejandro Restrepo expuso, desde la óptica de Marx, el conflicto ideológico y terminológico que ha marcado la diferencia entre la magia y la ciencia, a través de lo que es el fetichismo y la imagen. La investigación de Restrepo se basó en la compilación de archivos fotográficos, croquis y dibujos pertenecientes a procesos de criminalística del siglo XX. Desde allí, el artista visual analizó las prácticas culturales de la Europa del medio evo y de la cultura popular latinoamericana, donde en efecto, existe un culto a la muerte y al cadáver como un objeto fetichista o como botín político.

Lo anterior significa que el cadáver adquiere una presencia fantasmal, al igual que su imagen queda monopolizada y secuestrada por intereses políticos y religiosos, que a su vez generan una nueva atmósfera de la realidad, denominada por el expositor como “After effects”, en la cual lo usado como fetichismo coadyuva en los procesos de amañamiento y tergiversación de la escritura de la imagen.

De esta manera, como lo señala Restrepo, en Europa se emprendió un esfuerzo de orden teológico y filosófico importante, con el fin de diferenciar lo santo de lo profano, la imagen verdadera del ídolo, y en últimas, generar unos límites ideológicos considerables entre la religión y el Estado como prácticas legitimas de adoración, y en el otro extremo, la magia como dinámicas ocultas o apócrifas.

Pese a ello, como lo retrata el ponente, la religión fue víctima de una doble concepción sobre lo que significaba el fetiche. En este aspecto, Calvino criticó con contundencia el auge de las reliquias en las iglesias de Europa; muestra de ello es el sequito destinado a captar las partes  del cuerpo de los cadáveres, con el ánimo de volverlos símbolos de poder u objetos de culto, así como el apogeo de las replicas falsas de estos fetiches que invadieron al viejo continente. Empero, de acuerdo con Restrepo, el fetichismo es un proceso social que ha estado íntimamente ligado a la historia de la humanidad. Ejemplo de esto es la historia bíblica del becerro de oro, episodio donde el pueblo de Israel, al notar la ausencia de su máximo líder Moisés, decidió forjar su propio objeto de adoración con la ayuda del sacerdote Aarón. El ídolo se convierte, de esta manera, en un dispositivo transhistórico, un objeto de la iconofilia donde toda la adoración pasa por los ojos del objeto en cuestión.

Posteriormente, con la emergencia de la obra de arte, se da una situación de alteridad entre las prácticas mágicas en América y la salvaguardia de la religión a través de la imagen en Europa. En estos avatares, la pieza artística se vuelve un fetiche, puesto que produce un sino de excitación y delirio alrededor de su circulación. Sin embargo, el arte también se convierte en un crítico de esa iconofilia, y ello se hace evidente en la representación realizada por Samaniego acerca de Goya; en su obra, resalta que quien rinde honor a los muertos y a los fetiches son los asnos.

Pese a lo anterior, el fetiche se vuelve más fuerte como un objeto de poder eclesiástico y político. Es así como las cabezas de los cadáveres pertenecientes a grandes personalidades, cobran vital importancia a la hora de atribuir el fetichismo en occidente, en especial cuando se evoca el pensamiento y el sentido capital de los cimientos de las grandes catedrales.

En la sociedad actual convergen una serie de objetos fetichistas. Las figuras de cera, por ejemplo, reflejan un límite entre la imagen y el fetichismo; en tal virtud, los cuerpos hechos en este material y a escala humana, se encuentran cercanos a la magia, entretanto son llevados a los atrios de la iglesia, y posteriormente, ante las quejas del clero, estas figuras son dispuestas a extramuro. En la cultura popular y en los ritos aborígenes propios de América, puede apreciarse un culto similar. El vudú y otras prácticas mágicas apelan a la utilización de cuerpos enteros o partes como objetos fetichistas por similitud. Para Restrepo, esto revela que en América Latina, procesos de fetichización como los del Padre Marianito, el ex presidente de Venezuela Hugo Chávez, y por supuesto, el caudillo liberal Jorge Eliecer Gaitán, son una “coexistencia entre las prácticas oficiales de la Iglesia y el Estado, en conjunto con los fetiches mágicos”. En este aspecto, el expositor citando a Touseen, resalta que el poder del Estado maneja constantemente el fetichismo y a su vez el Estado es un objeto de naturaleza fetichista. Así pues, los santos católicos y los laicos, como lo son los héroes, próceres, políticos y científicos, se vuelven objeto de culto para afirmar las lógicas de la monopolización del poder.

Restrepo finaliza su charla exponiendo ejemplos de aquellos cadáveres, que dada su notoriedad social, se convierten en estrategias políticas. Así, por ejemplo, el caso de Jorge Eliecer Gaitán es muy diciente, en tanto “la esposa se robó el cadáver y se lo llevo a su propia casa, dado que si lo dejaba enterrar probablemente el crimen de su esposo quedaba en la impunidad. Pero posteriormente el asunto se convierte en una estrategia del Estado al expropiar la casa, quedando allí el cuerpo enterrado en la sala. Pero también es un acto de fetiche religioso, por cuanto finalmente el cadáver de Gaitán es enterrado de pie, mirando hacia la imagen de Santa Marta”. Otros casos como el de Pablo Escobar y Simón Bolívar también vuelven explicita dicha figura. En el primero, tanto las imágenes de los medios sobre su muerte, así como la figura de cera ubicada en el Museo de la Policía Nacional, significan una coyuntura política importante para el Estado y su lucha contra la delincuencia. Mientras que, en el segundo caso, el hecho de que el corazón y el cerebro del libertador hayan quedado en tierras colombianas, denotan el fetichismo en el que se cree que estas partes del cuerpo conservan la esencia e inmortalizan al ser humano, puesto que a través de ellas se siente y se piensa.

El próximo 16 de abril a las 6:00 p.m. se llevará a cabo la última conferencia del ciclo de charlas de Zona C. El evento contará con la participación de Catalina Cortés, quien tratará el tema “la Imagen-ruina en la búsqueda de otros sentidos de la historia del presente”.

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