Un caso aparte en la historia de la música norteamericana es el de Charles Ives 1874-1954, quien buscó en los tejidos de la música popular su fuente de inspiración a la vez que desarrollaba una exitosa vida en el mundo de los negocios. Su música fue ignorada en su tiempo pero con el paso de las décadas empezó a ser tenida en cuenta y él mismo fue llamado uno de los “american originals”. Tal vez no sea casual que Ives surgiera en Estados Unidos a comienzos del siglo 20, en un país en plena ebullición, que se empezaba a consolidar como gran potencia. Realizó su labor al tiempo que nacían y crecían Copland, Piston y Gershwin. Sin embargo realizó su ejercicio creativo en el aislamiento y la soledad, en las horas marginales que permitía una asidua y profunda dedicación a los negocios. Para decirlo en sus propias palabras: “Si quería escribir música que valiera la pena, tenía que apartarme de los músicos”.

ORÍGENES

Nació en 1874 en un ámbito musical e ideológico que habría de configurar su personalidad adulta. Su padre George era parte de un medio intelectual y tenía relaciones con figuras de la época como Emerson. Esta filosofía trascendentalista es fundamental para entender su obra. Producto de la tradición de las bandas de Nueva Inglaterra que incluían: himnos congregacionistas, ejercicios instrumentales de los minstrels, formación del neto estilo rag, música de baile de los pueblos. A los 13 años se convirtió en un hábil arreglador y en organista dominical en la iglesia. Y precisamente sus primeras incursiones en el mundo de la composición fueron pequeñas piezas religiosas. Estudió en Yale donde afrontó muchos inconvenientes con sus profesores que no entendían sus búsquedas creativas. Sin embargo allí compuso su primera sinfonía y su primer cuarteto de cuerdas.

EL MÚSICO DE LA SEMANA, mayo 19 a 29, 2.00 p.m.