Poco imaginaba este desenlace Saraiba cuando, “a los diecisiete o dieciocho años”, tuvo en sus manos su primera baraja de tarot. “En aquella época, el tarot era algo propio de líneas 908″, recuerda aludiendo a los servicios de astrología y adivinación de pago por teléfono que desde los años ochenta conformaron la variante esotérica de las líneas eróticas. Sin embargo, analizar con detalle la baraja le mostró algo muy diferente. “Era como un puzzle, o una novela gráfica que podía montar en el orden que quisiera”, explica. Saraiba estaba iniciando sus estudios de Bellas Artes. “Venía del bachillerato artístico y tenía la cabeza llena de imágenes del Gótico y del Renacimiento, y en el tarot me encontré con todo aquello, con una creación centenaria, europea, cuyos orígenes no se conocían.
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