La obra “Anillo de Inducción Cromática” que la Universidad Jorge Tadeo Lozano, instaló en el Centro de Bogotá, hace parte del conjunto de procesos y proyectos que el artista lleva a cabo en diversos espacios públicos de varios países del mundo. Cruz-Diez profundiza en sus teorías de luz y color, no sólo para exhibir en espacios de museos o instalaciones, sino también en espacios públicos o edificaciones representativas de interacción ciudadana. Con ello, el artista trabajó con una vocación social que lo llevó a integrar sus conceptos estéticos en la vida cotidiana, de tal forma que sus obras públicas salen de los museos y se vinculan de manera funcional, con los contextos urbanos y con la ciudadanía.
Las obras, por tanto, representan un giro frente a otras fórmulas plásticas o pictóricas, en tanto buscan la integración total del espectador con la obra, el espacio y el ambiente, al crear entornos envolventes que las hacen verdaderamente interactivas.
Es así como la obra instalada en la Plazoleta Jorge Tadeo Lozano hace parte de un conjunto de obras públicas que el artista llevó a cabo en su experimentación del arte óptico y cinético, dentro del cual se destacan: Muro y pisos de Couleur Additive, en el hall principal del Aeropuerto Internacional Simón Bolívar, Maiquetía, Venezuela; Ambientación Cromática, integración arquitectónica en la Central Hidroeléctrica Raúl Leoni, Guri, Venezuela; Cromoestructura Radial, Homenaje al Sol, instalada en Redoma Las Trinitarias, en Barquisimeto, Venezuela; y también Cromoestructura, que instaló en el edificio Kenex Plaza, en Ciudad de Panamá; obras de arte urbano que Cruz-Diez exploró como piezas que generan sensaciones sin anécdotas, es decir, desprovistas de intenciones narrativas, para con ello, posibilitar que las personas experimenten emocionalmente algún tipo de espiritualidad con la idea de ofrecer una nueva conciencia de lo estético.
En las obras públicas, como es el caso de “Anillo de Inducción Cromática”, Cruz-Diez enfatiza en la necesaria integración del mural de piso con el movimiento del espectador y, como en la superficie no ocurre nada más, excepto las disposiciones geométricas de los mosaicos, la experiencia de la obra es virtual, ya que no se proyectan acciones sino pura contemplación del efecto cromático, no se diseñan historias sino halos de color que varían según el movimiento y la posición de las personas que transitan por el lugar. Siendo el color presente en la obra instalada, este se mueve y entremezcla sobre la superficie estática, generando incluso una irreal tridimensionalidad y una sensación cromática que sumerge al espectador-actor en una dimensión espacial y temporal interactiva.