Grabados en blanco y negro del maestro Antonio Samudio en el MAV

Grabados en blanco y negro del maestro Antonio Samudio en el MAV

Prográmese en la Utadeo
Grabados en blanco y negro del maestro Antonio Samudio en el MAV
Jueves, Agosto 20, 2015
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El grabado es una de las técnicas tradicionales de las artes visuales más antiguas, que ha sido olvidado. Gracias a la obra del maestro Samudio, revivirá en el MAV de Utadeo el 20 de agosto.

El grabado es una de las técnicas tradicionales de las artes visuales más antiguas, un medio de expresión artística que ha sido olvidado, y que gracias a la maravillosa obra del maestro Samudio, revivirá en el Museo de Artes Visuales de Utadeo el próximo jueves 20 de agosto de 2015 a las 7:00 p.m. 

La exposición celebra el retorno del maestro Samudio a su país natal, sus 80 años de vida y 50 años de trabajo como artista. También busca volver a dar al grabado el lugar que merece, que las personas lo recuerden y le presten atención, que reconozcan sus posibilidades, técnicas e importancia, no solo desde la plástica, sino también desde el punto de vista temático, pues el grabado es un instrumento a través del cual una persona expresa sus visiones, desde lo político hasta lo social.  El grabado también permite a las personas con pocos recursos, la posibilidad de tener una obra de arte original en su casa, lo que también es un valor agregado.

En el MAV de Utadeo, se expondrán grabados del maestro Samudio en blanco y negro, mientras que en la galería de Alonso Garcés, estará presente el color del maestro. La exposición es una recopilación de la obra gráfica del maestro Samudio, son 160 obras de las cuales se hace una selección bajo la tutela de los curadores Ana María Escallón, Juan Manuel Roca y Santiago Mutis. También se presentará un libro que recoge la obra del maestro, desde la primera raya hasta el día de hoy, de la editorial Jaime Vargas.

El maestro Samudio visto desde los ojos de su hija

Patricia Samudio, hija del maestro, quien además participa en la organización y curaduría de la exposición, nos dice respecto a su padre que “básicamente es un pintor, la pintura es lo relevante en la vida de él, y dentro de la pintura, el color, es un gran colorista, como lo han afirmado muchos críticos y muchas personas que ha escrito sobre él y su obra. Él siempre tuvo una mirada distinta hacia el color, le da un tratamiento muy particular, con tonos e investigación propia, de una manera muy espontánea y muy personal, ha sido un laboratorio del color, no hay un artista que tenga los colores ni combinaciones que él hace”.

Patricia Samudio nos habla de la mirada personal de la vida y de la sociedad que tenía el maestro, “en su obra describe lo que pasa, lo que ocurre, lo insólito, lo absurdo, lo que no tiene importancia; el bodegón también es muy importante en la vida de él, el bodegón es un juego de tasas, de pocillos, de jarras y de objetos y elementos, composiciones que según las palabras de mi padre son pretextos, sus palabras exactas eran utilizar la forma como pretexto para rellenar el color”.

A lo largo de su vida el grabado ha estado siempre presente, “hay uno que data de 1962, que concursó en algunas oportunidades y obtuvo premios y menciones. Básicamente lo de él es el óleo pero a lo largo de los años encontró en el grabado otra forma de expresión bastante bonita, para él es un juego divertido y espontaneo donde él logra sentir la vida y sentirse a gusto, fue encontrando en este una forma de hablar del entorno social, una forma de expresarse y quizás quejarse de lo que le duele. Mi padre ha hecho varios libros de artista, comenzó con “el libraco de grabados”, de ahí su enamoramiento por el grabado sin dejar la pintura, pues nunca ha dejado la pintura”. También nos dijo que su padre siempre ha sido muy trabajador, pintar y grabar todos los días y los fines de semana era lo usual, así como también es un gran lector, “me enseñó a amar los libros y la poesía”.

El maestro utilizaba diferentes técnicas del grabado, técnicas en desuso como el aguafuerte, la puntaseca, y también el buril, la mezzotinta y el aguatinta. “Su concepto del grabado es el blanco y el negro, el contraste, en la exposición encontrarán grabados blanco y negro, la forma de expresarse en el grabado en la parte plástica, la parte formal, la parte temática de él es la saturación del blanco y el negro, buscando las luces,  los contrastes, a pesar de que tú ves el grabado como algo plano, él de alguna forma logra en algunos grabados una perspectiva, una tercera dimensión a través de la sombra, de los claro oscuro”, dice Patricia.

Finalmente Patricia nos dice que es importante recordar que en Colombia existen maestros grandiosos como el maestro Quijano, artista del grabado en madera, el maestro Augusto Rendón, y el maestro Alberto Rincón quien tiene una obra preciosa en grabado, y un taller abierto a los artistas.

Inauguración

Fecha: 20 de Agosto de 2015

Hora: 7:00 p.m.

Lugar: Museo de Artes Visuales Utadeo - Cra 4 No. 22 – 40 

 

Antonio Samudio, por Juan Manuel Roca

Pocas veces se realiza en Colombia una muestra de grabados tan ambiciosa como esta de Antonio Samudio. Pocas veces existe en un medio que corre tras lo que dictan las modas y la metrópoli, una vocación tan rigurosa y obsesiva desde el ámbito del grabado como la que vemos ahora en las paredes de la Galería de la Universidad Jorge Tadeo Lozano.

La fidelidad y con ella una ferocidad tocada de un humor discreto pero no menos lacerante hacen buenas migas en su obra. Samudio toca todas las instancias del grabado: buril, mezzotintas, aguafuertes, linóleos, xilografías, litografías, son parte fundamental de su equipaje de hacedor incansable.

Nuestro pintor y gran colorista es a la vez de la creencia de que el grabado es además un arte que dista mucho de ser menor, y que más bien es un territorio propicio para ejercer la crítica social, como lo supo Goya en una España tenebrista y como lo supieron en Colombia Carlos Correa o Augusto Rendón. En ellos señala la historia clínica de nuestro ser nacional, como siguiéndole un prontuario bizarro a la realidad, a todos los poderes y a los pases hipnóticos provenientes desde la incansable mesmerización que practican políticos y sacerdotes en una moral aplastante hacia los humildes. Samudio ha sido siempre un militante de sí mismo, que no hace concesiones que no sean a su intuición y sus creencias.

Sus recurrentes temas rondan siempre el absurdo, que según Albert Camus es “la razón lúcida que constata sus límites”, para vulnerar así el llamado principio de realidad en un diálogo un tanto doloroso entre seres vivos y naturalezas muertas, como si esas dos instancias estuvieran muchas veces hechas de la misma materia.

Desde su quietismo las figuras samudianas nos hablan de episodios humanos sin trascendencia aparente, de una manera silenciosa. Sus personajes no gesticulan ni son estentóreos. Son las suyas unas puestas en escena que hasta en los ámbitos eróticos de cámara y recámara, tienen algo irónico, un registro familiar en el álbum de unas vidas un tanto deshabitadas y calcáreas. Rostros hieráticos, como llegados de la Isla de Pascua, salas de espera donde el invitado no existe o se llama Godot, registrados como en cámara lenta. Su obra es un retrato colectivo de Nadie en el que de pronto se asoma Bartleby, un escribiente o un notario de estirpe bogotana, asordinada, creemos intuir la tumba del sargento Nadie o del general Ninguno y toda la fantasmalidad de los ene enes que somos todos en una tribuna de un estadio, o en una sala de espera.

Los personajes de la obra de Samudio no tienen heráldica, carecen de árboles genealógicos, son simples y dolidos ciudadanos mezclados en una contra-épica de sombras atrapados en un mundo sin heroísmos. Lo mismo ocurre con sus objetos: no tienen matices o distingos sociales y no resaltan otro estilo de vida diferente a una sorda cotidianidad. Ni es el fasto de la vida burguesa, ni los objetos de urgencia de la pobreza, son simples formas puestas en un plano de irónica melancolía. Y todo, todo este mundo asordinado y grisáceo, salvado del vacío por un insobornable humor.

 

Antonio Samudio, por Santiago Mutis Durán

Los personajes de Antonio Samudio son un poco la humanidad entera, en la cuerda floja de la moral, y se levantan de hombros ante la fórmula de oro, la de la deslumbrante proporción áurea, tan ajena a ellos, que andan por ahí, desafiando la vulgar prosa de la vida, con sus anécdotas, hechos, actitudes, episodios... convertidos en islas en el tiempo, estancias morales... desde donde piensan en nosotros.

Buster Keaton, genial, responsable de la más desbocada lucidez y alegría, de tan alocada e insólita poesía y de un heroísmo purísimo, afronta la vida con la misma impasibilidad en el rostro con la que lo hacen los personajes –tan disímiles– de Antonio Samudio. Y esto en una época tan cobarde... para la lealtad (y el sacrificio). Ni una sonrisa, ni el más leve gesto de aprobación, rechazo, complicidad, pena o alegría... Sólo sutileza, sorpresa: “El mundo necesita del silencio para escuchar la verdad sobre el ser...”, cita Caicedo, y también para distinguir la voz de la mentira, y de todo cuanto aquí sucede. Las razones para congelar el rostro que tienen Keaton y Samudio son muy distintas: un tesoro de alma, en Keaton, un “corazón de oro”, dice Caicedo. ¿Y en Samudio?: hacer que la expresión, ausente del rostro, esté en toda la obra, se expanda, resalte y purifique la anécdota, que ha anegado el cuadro, se trate de la austeridad o la lujuria, del ahorcado que vemos al correr el telón de la escena, del pequeño hombrecito que está arrodillado de espaldas a nosotros ante el sexo de la impávida mujer que lleva sus senos por fuera y la falda por encima del ombligo, o la muerte bajo el capuchón de monje paseándose como la noche con su guadaña lunar; o la disputa conyugal en donde ella ha perdido la cabeza pero es la de él la que rueda por el suelo, o el verdugo que corta una mano y su impunidad mutila... la ley. Podríamos decir que Samudio es infinito, como la riqueza misma de nuestros males, ocurrencias y misterios. Digamos como ejemplo que en Samudio una pareja de amantes es un trío de cuatro, porque el pensamiento –ya lo dijimos– aquí puede verse, el de sus personajes y el nuestro.

Así, nos encontramos con un hombre aún niño, para siempre; una mujer que dice sí con una mano y no con la otra; una hermosa matrona sin nombre que acumula kilos y maridos, y su vida pende de un hilo –como toda alma; una vida para dos, en donde solo cabe uno; obviedades maliciosas –perversas– como esa de que “la vida es para los vivos”; un hombre que se mira al espejo y solo ve su sombra; una puñaladita por la espalda que Samudio titula “Espaldarazo”; un hombre con la panza llena y otro vacía; una cuarentoncita adolescente; una vida inmaculada con una mentira; unos campesinos asesinados caminando descalzos a la eternidad; la muerte vestida de novia con el rostro manchado por un velo negro; una falta de amistad y otra de gratitud como basuritas debajo de la alfombra nueva; una cruz que parece el muñón de una horca puesta en un altar, o el que se oculta tras su propio rostro... Y así va el mundo, la humanidad, desfilando por su sencilla obra.

Fotos

Comentarios

Maestro Samudio: Muy triste no haberlo acompañado en su inauguración de su tradicional y espectacular estilo de arte g, que tanto admira mi hermano Samuel Bernardo especialmente, así como mis otros hermanos.. Pero visitaré la muestra. Felicitaciones. Un abrazo sincero de, José Vásquez Castrillón 3182999990 ajvasquez@ucatolica.edu.co

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