Establecer una diferencia entre la ciencia ficción y la fantasía en el cine, es la principal reflexión del consejero de Utadeo, José Fernando Isaza, en su columna de opinión titulada “Fantasía”, publicada en El Espectador el pasado 18 de enero. Para el ex rector de la Universidad, la ciencia ficción debe ajustarse a las leyes de la física, aún cuando no exista la tecnología que posibilite este tipo de hechos científicos.
Así pues, para el columnista, un mito y una leyenda son pródigos en ejemplos de ciencia ficción, pues se violan varios principios de la física. Tal es el caso del mito griego de Ícaro, a quien su padre Dédalo le fabrica unas alas de plumas unidas con hilos y cera para escapar del Rey Minos en Creta: ”El padre le aconseja no volar muy alto, pues al acercarse al sol el calor puede derretir la cera y se desprenderán las alas. Ícaro no hace caso, vuela alto, se derrite la cera y él se precipita a tierra (…) Al elevarse en altura, la temperatura de la atmósfera decrece. Dédalo lo sabía: le bastaba observar los picos nevados de las montañas. Por otra parte, Ícaro no podía con su sola fuerza, aunque fuera de dimensiones mitológicas, ascender a mucha altura; el enrarecimiento del aire le impediría sustentarse”, argumenta Isaza.
Para el consejero, la narración de hechos como el viaje a través de un “agujero de gusano”, retratado en películas como 2001: Odisea del espacio (Stanley Kubrick) e Interestelar (Christopher Nolan), no riñen con las teorías de la física, aún cuando su tecnología podría tardar años en realizarse y se requieran grandes cantidades de energía para mantener los agujeros abiertos, de tal modo que pase una nave espacial.
