Vivir sin paisaje: de la contemplación del paraíso a la naturaleza indomable
El vuelo de un colibrí multicolor o el andar preciso y silencioso de un jaguar de la Orinoquía son las imágenes que tenemos grabadas los colombianos después de la producción de la película documental Colombia Magia Salvaje. Este ha sido uno de los intentos más grandes por develar los secretos que alberga un territorio aún inhóspito como la selva amazónica y la región de la Orinoquía, después de las expediciones botánicas.
El Documental es el ejemplo perfecto para mostrar la relación que hemos tejido con la naturaleza en el país. Por un lado, la asumimos como un lugar mágico, irreal, la prueba del paraíso en la tierra; y por el otro, es un misterio, un territorio geográfico que se opone al ser humano, a la ciudad y el desarrollo.
Esta relación ambigua con el entorno es quizás una de las razones por las que no existe una representación del paisaje hasta finales del siglo XIX. Un vacío que puede explicar la manera como nos relacionamos con el territorio y un elemento fundamental para conocernos como sociedad.
En la sesión inaugural del III Coloquio de Arte, que este año trabaja el tema del paisaje y el territorio en el arte colombiano, el artista, crítico de arte y editor peruano José Falconi, cuestionó lo que se entiende como paisaje en nuestra región.
Según Falconi, a diferencia del arte norteamericano, al sur del continente no se ha desarrollado una escuela propia del paisaje. Las obras que existen, cuyos registros datan desde el siglo XVII, corresponden a una mirada y un sentir europeos.
El paisajismo como actividad y como técnica artística consiste en el ordenamiento del espacio, del paisaje. Por este motivo, gran parte de las piezas de arte que incluyen paisajes corresponden a territorios dominados por el ser humano, como haciendas y parques.
Lo anterior cobra especial relevancia si se entiende el paisaje como una aprehensión de lo local. Es la manera como nos apropiamos y hacemos uso del territorio. Y la ausencia del paisaje puede ser reflejo de la incapacidad de “domar”, de triunfar sobre la naturaleza.
Para Falconi, este hecho está relacionado con un sentimiento generalizado en todo el sur del continente, y es que lo real se siente postizo y al revés. Las ciudades, las actitudes, incluso las normas, se sienten como foráneas, lo que impide el surgimiento de una idea de localidad, de una sensibilidad latinoamericana para la contemplación y la representación, entre otras cosas, del paisaje.
