¿Educación para el futuro o para el pasado?

Opinión
¿Educación para el futuro o para el pasado?
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Miércoles, Enero 15, 2014

Por: Miguel Ángel Rodríguez Araújo

Las variables que afectan la formación de un estudiante universitario son múltiples. Es un proceso muy complejo, dada los innumerables factores que modelan la enseñanza en la educación superior. Hoy, simplemente, quiero compartir algunas preocupaciones, presentes, de manera recurrente, en mi experiencia docente.

 Cada uno de nosotros, los profesores universitarios colombianos, casi siempre, hemos tenido la misma trayectoria educativa, salvo un pequeño porcentaje que no está incluido en este grupo: todos cursamos un programa universitario, nos graduamos en la profesión correspondiente, nos vinculamos a una empresa o institución, o, en algunos casos, a la catedra universitaria; algunos adquirieron una buena experiencia laboral en las empresas y ésta retroalimentó la cátedra respectiva, pero, otros, por múltiples circunstancias se dedicaron solo a la docencia. Los dos recorridos pueden conducir a lograr un excelente desempeño académico. Posteriormente, los profesionales de las diferentes disciplinas, de acuerdo a las posibilidades, continúan reafirmando sus conocimientos cursando programas de postgrado adecuados a su profesión, lo que mejora aún más el ejercicio docente. Pero, aquí viene mi inquietud: si partimos de la base que todos somos competentes como docentes, es decir, impartimos una cátedra de calidad para el alumnado, que es concordante con los requerimientos de las diferentes ofertas de trabajo de los futuros egresados (aquí no estoy afirmando que sea la empresa o institución la que fije los parámetros, por el contrario, debe ser la Universidad la que perfile que requiere la empresa), el profesor realmente lo prepara para enfrentarse al futuro o realmente el profesor, que estructuró su programa de pregrado, no escogió la mejor opción para su preparación en el postgrado y, realmente, está ofreciendo conocimientos con un desfase en el tiempo bastante enorme, es decir, ¿lo está preparando para el pasado? En el mejor de los casos, su actualización sería, simplemente, autodidacta. No quiero decir que este camino no sea el correcto en la formación del docente.

Algunos recitan grandes conocimientos adquiridos sin actualizarlos y argumentarán que lo hacen, de la misma manera, como los aprendieron y, en algunos casos, ya no recurren a esos grandes hallazgos, porque las nuevas tecnologías de la información y de las comunicaciones, han reemplazado las fuentes y su verificación. Sin embargo, se debe entender que el objetivo no es reproducir lo aprendido, sino, lo que realmente se debe ofrecer como docente es el conocimiento presente para que el alumno lo incorpore en su práctica futura. Tal vez me quede corto en mi percepción sobre muchos aspectos, pero creo que puede ser la realidad que atañe a algunos docentes universitarios.

Otros tienen la fortuna que las instituciones en las cuales prestan sus servicios los apoyen para perfeccionar y actualizar sus conocimientos, pero son muchos los que no tienen esa opción, y a veces, por la insuficiencia de tiempo tienen que actualizarse en otras ramas del saber, pero no en la que deberían para lograr una armonización entre el saber real y el saber ideal o deseado.

 Ahora bien, simultáneamente a esta inquietud, aparece otra que es concatenante. Al alumno se le debe ofrecer la asignatura orientada a su área disciplinar o, simplemente, independientemente del área el profesor debe ofrecer unos cursos básicos sin aplicación determinada, debiendo el estudiante identificar los posibles ámbitos de aplicación dentro de su profesión.

La educación como una expresión del capital humano, es un esfuerzo formativo en el presente para desplegar capacidades en el futuro, el cual no es muy distante, dada la duración de los programas académicos. Esta condición es muy relevante, porque se trata de educar para el mañana, en que miles de estudiantes se vincularán. Es un compromiso que asumimos porque creemos en la proyección que se evidenciará en el futuro, el cual esperamos será mejor. Todo ello es la construcción de un país mejor, de una ciudadanía educada, en la que el compromiso docente es crucial. El legado del pasado son los cimientos de nuestro presente, el cual trazará el destino de los jóvenes actuales y de las generaciones venideras.

El futuro se construye desde ahora y los estudiantes que actualmente se forman en las aulas de clase, lo enfrentarán con el bagaje con el cual los hayamos dotado. Podemos asumir como cierto que los eventos futuros los habremos generado en el presente que le precedió.

Frente a una visión escapista del futuro, por mucho ingenio que exista, no podrá desvirtuar que somos nosotros a quienes aquí y ahora, con nuestras acciones y, también, con nuestras omisiones seremos los responsables. El futuro como un lugar o espacio en el tiempo no existe en el presente, pero es este cuando estamos llamados a intervenir para construirlo.

Ni el desarrollo ni el progreso surgen de nada, sino de sucesos y actuaciones que proceden del pasado y tiene continuidad en el futuro, salvo rupturas puntuales.

Cuanto, más alejado del tiempo presente concibamos el futuro, cuanto mayores dificultades tendremos para levantar sus bases. En un mar de incertidumbre, cualquier predicción resulta inútil. Puede afirmarse, que el futuro cercano es, por la inmediatez, el tiempo en el que se realizará nuestro presente. El futuro más lejano será otro tiempo en el que se realizará el presente inmediato de otros, siendo para nosotros hoy un futuro quizá imaginable pero impredecible.

La educación más que enseñar debe estar orientada a la formación integral del ser humano. Soy de la opinión que formando mejores profesionales y ciudadanos, tendremos una sociedad más justa, y este debe ser el reto de todos los docentes y la Universidades colombianas.

Sea cual fuere el camino que el profesor recorra, este debería preguntarse, permanentemente, cuál es su misión y responsabilidad en el proceso educativo y en la formación de capital humano. Sería muy triste que nos ancláramos en el pasado y no enrutándonos hacia el futuro.

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